No dijo nada explícito en el vídeo que transmitió por cerca de dos minutos, pero se sobreentiende que Verónika Mendoza será pre-candidata a la presidencia en las elecciones primarias del Frente Amplio (¿?), en las que competirá con el líder de Tierra y Libertad, Marco Arana.  

La congresista por Cusco ha sido convencida de dar ese paso, gracias a un clamor dentro de ciertos sectores de izquierda que apuestan por ella gracias a su honestidad, su discurso en favor de los pueblos en conflicto con las mineras y de su apoyo a causas como el aborto por violación y los derechos de la población LGTB.

Decimos que ha sido convencida porque en sus intervenciones no ha mostrado una clara vocación de poder. Parece que ha aceptado, empujada por una izquierda desesperada, que no se sabe si tiene más miedo a que candidatos como Keiko, García o PPK puedan imponerse en el 2016; o a quedarse en offside, sin ninguna inscripción electoral. Una izquierda que no ha hecho la tarea en estos cuatro años, que se ha mantenido discutiendo desde sus cúpulas y no ha bajado al llano, mientras que los rivales de la derecha sí lo han hecho. Es como buscar el gol en los últimos minutos del partido sin haberse preocupado en los anteriores.

En fin, el tema es que Verónika ya está en la cancha. Parece reunir más consenso que Arana. Pero si de verdad quiere ser lo que le han pedido que sea, debe superar esa vacilación en sus mensajes al público. El vídeo presentado desde el Cusco, que tuvo un retraso en su emisión (¿no se parece esto a su indecisión inicial?), es una evidencia de ello. Muchos dicen que están cansados de los políticos que florean y que eso no importa. Pero lo real es que la gente quiere escuchar cosas concretas, y no un discurso tibio, que repite lugares comunes y que transmite (y refuerza) esa imagen de indecisión. Decir “anuncio que seré pre-candidata a la presidencia” no tiene nada de malo.

En resumen, Verónika debe dejar de escuchar los consejos de cierto sector de izquierda políticamente correcto. De lo contrario, solo ganará los votos de Lima y arrastrará a la izquierda a un nuevo fracaso. Pues si uno revisa los comentarios de la gente del Cusco en las redes sociales, la cuestionan "por no haber hecho nada por su región". Así como lo lee. Es una percepción a la que luego se pueden buscar explicaciones. En pocas palabras, su imagen debe ser la de alguien que quiere llegar a Palacio, como sí lo ha demostrado Arana, y no la de una aspirante a Miss Simpatía.